LA ENVIDIA
Por: Mallela V. Pérez Palomino
La
más popular de las emociones. En este
mundo de intereses materialistas que lastimosamente han sobrepasado los
principios éticos y valores, es difícil que no se propague algo como la envidia.
Los
chicos temprano quieren el DS, el móvil, la tablet, el IPOD, la mini laptop,
las zapatillas de marca, los jeans originales, etc., etc.
No
es extraño que, dentro de los deseos insatisfechos que tienen las personas de
bienes materiales, también acumulen vibras negativas por observar la entereza
de algunos pocos que estoicamente resisten las tendencias que impone la moda o
la presión de grupo; las vicisitudes de la vida o las exigencias de la sociedad
en general.
Cuando
los mayores decían: "Te envidian hasta el modo de caminar", no
entendía a qué se referían.
Escuchaba
el caso de una chica humilde, pero hermosa, la cual se estaba abriendo paso en
el mundo del modelaje de manera honesta y trabajando duro; que fue atacada por
varias mujeres del humilde barrio en que vivía. Esas mujeres le arrojaron ácido
en la cara y no sólo la desfiguraron, sino que le robaron permanentemente la
salud y le arrebataron los sueños.
No
había causa lógica del ataque, pero las personas que narraban el evento,
etiquetaban a las victimarias como perdedoras, mujeres sin metas en la vida.
Hay
muchas cosas que despiertan la envidia, unas pueden ser materiales, otras no
tanto. Cuando le digo a una amiga que la envidio por tener su madre aún junto a
ella, esa es envidia de la buena. Pero no todos sienten ese tipo de envidia.
-Por
qué todo le sale bien y a mí no!-es una clásica frase que recoge el pensamiento
envidioso de gente pequeña.
Los
aciertos en la vida no son obra de la casualidad, pero sí de la causalidad.
Acumular muchas buenas obras, buenos pensamientos, buenos deseos hacia los
demás, te da un crédito en la vida para cuando lo necesitares cuando la cosa no
esté tan buena.
Tal como el odio y el resentimiento, la
envidia carcome el interior de la persona que la siente, transformándola en un
ente resentido y malhumorado, que lleva un detallado inventario comparativo de
sus propias desdichas versus los aciertos del o los objetos de su aberrante
sentir.
Podría
decirse que la envidia es patológica, porque llega hasta a distorsionar la
visión o percepción del que la siente, de tal forma que piensa que todo el
mundo le vuelve la espalda para hacerlo sufrir.
Cuántas
injusticias no se habrán cometido por simple envidia!
Uno
de los pecados capitales, según nuestra Iglesia Católica, pecado que describe
de manera sin igual Francisco de Quevedo y Villegas cuando dice: "La
envidia es flaca y amarilla porque muerde y no come".